lunes, 31 de octubre de 2011

El timo de llevarse a casa el balón tras lograr un hat-trick

Esta semana, Leo Messi, el gran futbolista argentino, logró su enésimo hat-trick, es decir, conseguir tres goles en un mismo partido. Y como es costumbre, se llevó el balón a su casa, tras concluir el encuentro, en este caso contra el Real Mallorca. Sus compañeros en el Barça bromeaban con que Messi ya no va a tener sitio en su casa para guardar tantos balones.

De todas maneras, curiosa costumbre. En otros tiempos, cuando se jugaba con un solo balón, sí tenía sentido llevarse la pelota a casa cuando se lograba meter tres goles. Pero ahora, no lo veo yo muy claro si se tiene en cuenta que en cada partido se usan entre diez y veinte balones. No hay más que fijarse un poco. Cuando el balón sale fuera del terreno de juego, y para que no se pierda tiempo, los recogepelotas (habitualmente niños) le dan al jugador, habitualmente, un balón distinto, al que había salido fuera del campo. Son los recogepelotas los que deciden con qué balón se juega; tienen, incluso, en esa materia, más autoridad que los árbitros.

Con esa frecuencia de cambio de balón, ¿cómo sabe Messi o cualquier otro futbolista si la pelota que se están llevando a casa al terminar el partido es la misma que ha servido para lograr esos tres goles? A lo mejor, con ese balón, específicamente, no se ha logrado ninguno.

Sin duda alguna, Messi debería de llevarse la decena o veintena de balones utilizados para estar seguro de que con alguno de ellos ha conseguido el gol. Claro que, visto lo visto, seguro que le daría igual pasarse por el Carrefour, El Corte Inglés o el Decathlon y comprarse un balón idéntico al utilizado en el partido del hat-trick.

domingo, 23 de octubre de 2011

Sex in the city y la sanidad pública universal


Este fin de semana he visto algunos capítulos de la serie Sex in the city (en España traducida como Sexo en Nueva York). En el citado episodio, una de las protagonistas, Miranda, se pone enferma en plena calle, básicamente, sufre unos súbitos y fuertes problemas de mareos y equilibrio. La pobrecilla no podía casi ni ver y, además, casi es atropellada por un coche en la calle.

Finalmente logra llegar al hospital, donde logran descubrir el origen de sus males. Poco después, cuando se reúne con otra de las protagonistas, Carrie, que acude al hospital para ayudar, Miranda le cuenta que todo le ha costado 500 dólares (al cambio actual unos 360 euros). Al ver esta escena me vino a la mente el tan traído debate sobre la sanidad pública universal y las alusiones a su no existencia plena en EE UU.

Desde luego, en España, aún con sus problemas, podemos presumir de tener una sanidad pública universal. Si nos ponemos enfermos un día y, si lo necesitamos, podemos a acudir al médico, al ambulatorio, al hospital, llamar al Samur (servicio de emergencias que existe en Madrid)…

No seré yo quien de ideas para configurar planes sobre el recorte de derechos o prestaciones médicas, algo que está muy de moda en estos tiempos a causa de la crisis. Ni mucho menos, aunque sí voy a plantear una idea que ya flota en diversos ambientes, por lo menos para que reflexionen sobre ella quienes creen que todos estos servicios son gratis, que no lo son, por supuesto. Yo creo que al término de cada consulta o servicio médico, el hospital podría expedir una factura, sin efectos económicos sobre el bolsillo del usuario, por lo menos para que el ciudadano supiese, de verdad, los auténticos costes de ese servicio (creo que algún sitio han empezado a hacerlo). Así habría una concienciación de lo que valen ciertas prestaciones.

viernes, 21 de octubre de 2011

Energisil, Revital y Aquilea luchan contra la crisis de los amantes

Que estamos en crisis es un hecho. No es ningún descubrimiento. Tiene efectos en nuestros bolsillos, en la política, en la educación, en la sociedad... en múltiples aspectos de la vida. En fin, una pesadez por la insistencia y la consiguiente depresión.

La depresión, probablemente, se está extendiendo a las relaciones amorosas. Vistos los anuncios de la televisión y escuchada la publicidad radiofónica, me atrevería a decir que estamos viviendo también una profunda crisis en las relaciones sexuales. Al escuchar la radio se puede escuchar publicidad de productos como Revital y Energisil. Uno de ellos, no recuerdo bien, promete al cliente "triunfarás y repetirás". Sin duda, una puerta al paraíso.

Además, tal y como pude ver en una publicidad expuesta en una farmacia que hay cerca de mi casa, se está extendiendo la popularidad de la Aquilea Vigor. "Potencia tus noches de amor", reza el anuncio en el que, por cierto, aparece una rubia bastante guapa. Vamos que sin la Aquilea, la rubia puede salir corriendo.

Con tanta oferta, parece que hay demanda. Podríamos decir que los amantes de ahora ya no son como los de antes, que definitivamente están en crisis. Los amantes están más pendientes de la crisis económica, del deterioro de los bancos y de los recortes de rating por parte de Moody's y Standard & Poor's que de impulsar el cariño y mejorar el placer. Claro, al final, y en medio de tantos problemas, tienen que ponerse en manos de la Aquilea o del Revital. Sin estos mágicos productos, ya no son nadie.

En fin, poco se sabe de cual será el futuro que nos depara. Si sigue así la crisis, nuestros bolsillos se deteriorarán más. Y los amantes, pobres amantes, siempre tendrán el Energisil para triunfar y repetir. Porque si no se triunfa, a lo peor no se repita.

jueves, 20 de octubre de 2011

Los ceniceros de los coches de los fumadores deben estar sucios, con muchas colillas

La realidad tiene, a veces, pequeñas escenas crueles. En Madrid, junto a la carretera de Barcelona, y antes de llegar a la zona del Campo de las Naciones, hay un pinar, no muy grande, pero que ayuda a embellecer la zona. Habitualmente paso por la zona cuando voy a trabajar.

Hace algunas semanas se quemó una parte. Una verdadera pena, porque ahora, tras limpiarse la zona no han quedado más que una gran calva donde antes había pinos y vestigios del fuego.

Esta mañaba, al ir a trabajar, he tenido que parar en un semáforo que estaba en rojo junto a la citada zona de pinares. Estando detenido con mi coche, ha venido otro vehículo, y se ha parado junto a mi. Su conductor iba con la ventanilla abierta pese al fresco de la mañana, lo que me ha llamado la atención. A los pocos segundos me he dado cuenta del motivo: estaba fumando.

En un momento determinado, este conductor se llevó el cigarrillo a la boca, dio una profunda calada y sin ningún tipo de remordimiento, tiró la colilla del cigarro por la ventana del coche. A al vista, pero muy a la vista, estaban los restos del incendio.

En ese momento le hubiera llamado de todo, pero no fue así. Quizá me acobardé, pero nunca se sabe con quien te puedes encontrar. Pero a la cabeza me ha venido una idea que, creo que ya he comentado en el blog. Se podría prohibir fumar en los coches, aunque es posible que esa medida fuera contra la libertad de las personas.

A lo mejor se podría establecer que la policía revisara los coches de los conductores que van fumando, si al ver el cenicero del vehículo, hay otras colillas, no pasa nada; pero si al revisar el cenicero, la policía ve que está muy limpio, multa, señora multa.

¡¡¡500 entradas en el blog!!!

Esta es la entrada número 500 del blog. Gracias a todos, estéis donde estéis, España, Estados Unidos, Alemania, Francia, Reino Unido, Mexico, Argentina, Brasil, Colombia, Corea del Sur, Indonesia, Chile... Lo dicho, muchas gracias, y a por otras 500 entradas.

miércoles, 19 de octubre de 2011

Los tres cerditos no eran caníbales

Esta mañana le he contado a mi bebé una versión personalizada del cuento de los tres cerditos. "Los tres cerditos vivían en el campo. Uno de ellos era agricultor y tenía su huerta con tomates, lechugas, borrajas, cebollas, patatas... Otro era ganadero, y tenía ovejas, cabras, un caballo, gallinas... El tercero era cocinero, le encantaba cocinar".

"Por las noches, el cerdito cocinero aprovechaba los huevos de las gallinas del cerdito ganadero y las patatas de la huerta del cerdito agricultor y hacía una tortilla española espléndida, a veces le ponía cebolla con lo que su sabor era increíblemente sabroso".

"Otras noches, el cerdito cocinero utilizaba los huevos y las patatas y hacía unos platos tremendos de huevos fritos con patatas fritas. No había un plato igual en toda la comarca".

"A veces, el cerdito cocinero añadía chorizo a los huevos fritos con patatas fritas.....", error en el cuento, los tres cerditos no podían comer chorizo, ni jamón, porque los tres cerditos no eran caníbales.

Ps: mi mujer, que tenía cerdos en su casa me recuerda que estos animalitos comen de todo, cualquier cosa que se les eche. Yo, en mi experiencia personal, recuerdo como hace muchos años, en el pueblo de mi madre, un primo suyo, que tenía una piara de cerdos, les dio para comer una partida de potitos para niños de una fábrica cercana, que ya habían caducado. Y aquellos cerdos estaban lustrosos.

domingo, 2 de octubre de 2011

Un loco de Cannonball que sabe conducir por una autopista y escribir con su móvil, a la vez, claro está


Fernando Alonso, Vettel, Button, Hamilton, Weber y Massa figuran entre los mejores conductores del mundo. Son capaces de pilotar sus vehículos de fórmula uno a más de 300 kilómetros por hora con gran precisión. Aunque, como he escrito más de una vez en este blog, hay por las calles grandes pilotos que no han podido tener la oportunidad de demostrar sus cualidades en las calles de nuestras ciudades.

Hace pocos días, me disponía a incorporarme con mi vehículo a la autovía M-40, que circunvala Madrid, cuando, en el momento en que iba a dar el gran acelerón, me encontré con una furgoneta que me impedía el paso. Iba muy despacio, entre 40 y 50 kilómetros por hora. En cierta forma, me enfadé, porque, no me dejaba pasar y, al mismo tiempo, al ir tan despacio, no me dejaba acelerar en una vía rápida en el que la mayoría de vehículos circula a gran velocidad.

Finalmente, la furgoneta entró en la autovía y yo, detrás de él. Intentaba adelantarle pero los demás coches venían muy rápido y yo no había tenido espacio suficiente para acelerar. Al fin, después de unos cuantos segundos, lo conseguí. Al adelantarle, pensé en pitarle pero al situarme a su altura y ver al conductor, vi que estaba escribiendo con un teléfono móvil. Sí, de veras, escribía con bastante precisión con su smartphone. 

No puedo aclarar si estaba escribiendo un mensaje SMS o estaba actualizando su cuenta de Facebook o Twitter, pero sí puedo decir que este ‘loco de Cannonball’ era capaz de escribir con su móvil y conducir su furgoneta por una autovía.  A lo mejor, ni Alonso, ni Vettel ni Button son capaces.

sábado, 1 de octubre de 2011

Los locos de Cannonball circulan por Madrid


Recuerdo esa vieja película de los años 80, “Los locos de Cannonball”, protagonizada por, entre otros, Burt Reynolds, Dean Martin y Sammy Davis Jr. Un pelotón de locos al volante de coches deportivos pugnaba por ganar una carrera entre la costa este y la costa oeste de Estados Unidos.

Sin duda, esa película ha tenido muchos seguidores. Más de uno habita más cerca de lo que pensamos. Puede ser nuestro vecino, compañero de trabajo de universidad, o incluso uno con el que nos cruzamos un día cualquiera con el coche. Ayer, sin ir más lejos, cerca de mi trabajo, circulaba por la calle en dirección a un cruce con un ceda al paso. Dicha calle se cruza con otra que es de un único sentido, en este caso, el izquierdo. Con toda tranquilidad, miré hacia ese lado y, como no venía nadie salí.

Cuál fue mi sorpresa que, de pronto, y de manera inesperada, me encontré con un vehículo conducido por un loco de Cannonball que venía en dirección contraria. Frené en seco, me eché a un lado en décimas de segundo y este magnífico conductor hizo lo propio echándose hacia el otro lado. Nos libramos de la colisión por unos instantes.

Lo mejor de todo es que yo, inocente de mí, se me ocurrió pitarle con el claxon en señal de protesta por su modo de conducción. La respuesta del loco de Cannonball fue muy clara, se enfada con rotundidad y empieza a decirme de todo. Después de tres segundos de cruce de acusaciones, el piloto del vehículo contrario, mete la marcha, acelera baja unos metros más en dirección contraria y se mete por la calle por la que yo había venido.

Tengo que reconocer que no supe entender su forma de conducir, quizá la culpa fue mía por circular por la dirección y el sentido correcto, al menos el que manda la dirección general de tráfico (DGT). Hay que renovarse.