lunes, 30 de marzo de 2015

Galápagos, serpientes, tarántulas y cocodrilos al ataque

Recuerdo hace muchos años, que el dúo Gomaespuma bromeaba en uno de sus programas con el peligro de un ataque de cocodrilos en Madrid. Todo partía de un individuo que había tenido la feliz idea de criar unas crías de cocodrilos en su bañera, pero que en un descuido se habían escapado por el desagüe. Según señalaban estos humoristas, estas crías habían crecido y poco a poco se habían reproducido hasta convertirse en un riesgo para la población. Entre el descojone total con la gente que se tragaba la trola, los de Gomaespuma advertían de posibles ataques a personas que estuviesen en sus cuartos de baño, a través del lavabo, la bañera o el sanitario.




Era una broma, pero cualquier día nos encontraremos con un ataque similar. La pasada semana, en los miradores de animales autóctonos en las Tablas de Daimiel, provincia de Ciudad Real, había unos carteles de advertencia en los que se avisaba que si se veían una serie de especies, se comunicase dicha presencia al personal de este parque nacional.

Entre estas especies figuraban galápagos originarios de Florida, como el galápago de orejas rojas o el galápago de orejas amarillas.

Está claro que cuando las autoridades de un parque nacional deciden poner un cartel con este mensaje, es que hay amantes de los animales capaces de soltarlos en estos entornos naturales, aún a costa del riesgo para su destrucción.

No es una sorpresa. El estanque de la estación de Atocha en Madrid, o los estanques del parque Juan Carlos I, también en la capital de España, están llenos de tortugas de todo tipo. Yo creo que más de uno se regala una tortuga con toda la ilusión del mundo, o se la regala a los niños, "qué ilusión, la tortuguita", pero claro, luego pasa el tiempo, la tortuga crece y vive y vive, y tras alcanzar un alto grado de aburrimiento, la tortuga acaba en cualquier estanque.

Es más difícil, pero entre tanto loco desaprensivo, cualquier día aparece algún cocodrilo de algún individuo que decidió traerse una cría de algún país tropical. Recuerdo que Jesús Gil y Gil, fallecido presidente del Atlético de Madrid, se presentó un día en el estadio Vicente Calderón, con una cría de cocodrilo al que había bautizado como Furia. Si no recuerdo mal, el animalito iba atado con una cadena de oro. Seguro que se merendó algún entrenador de los que echaba en dos días el ex presidente colchonero.

Reconozco que un cocodrilo es más difícil, pero en más de una ocasión, la policía ha tenido que acudir a alguna casa por el aviso de la aparición en una bañera o un retrete de una serpiente venenosa, escapada de otro hogar en el que vivía de forma clandestina, aunque recibiendo mucho amor, cariño, hospitalidad y comprensión.

Qué tiempos aquellos en que la mascota era un canario, un periquito o no digamos el sofisticado hámster. Ahora estos animalitos son un coñazo, mejor un cocodrilo, una serpiente de pitón, una tarántula o un galápago de orejas rojas.



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