viernes, 21 de septiembre de 2012

¡Qué mal suena la palabra cola!

Hoy me ha tocado escribir alguna alusión y comentario con respecto a las filas de personas que se han formado en las tiendas de Apple en países como Australia, Reino Unido o EE UU para comprar el nuevo iPhone. 

Y, una vez más, he tenido que dar las mil y un vueltas para evitar el uso de la palabra cola. Todo comenzó hace muchos años, cuando cumplía el servicio militar. Volvía a Madrid con unos compañeros del campamento en Cáceres cuando nos detuvimos en una estación de servicio a repostar gasolina nada más salir de la bella ciudad cacereña. Yo aproveché para ir al servicio y… lo normal. Conmigo vinieron dos de mis compañeros. Obviamente, no éramos los únicos con las mismas intenciones. Así, cuando estábamos en plena faena, entró un camarada de armas del cuartel, un macarra de los de verdad, y viendo que había gente en los servicios, preguntó en voz alta y con acento cerrado macarril, “¿hay mucha cola?”, y uno de mis compañeros respondió, “eso dependerá de cada uno”. Claro, nos empezamos a reír, mejor dicho, empezamos a descojonarnos a carcajada limpia.

Ahora, cada vez que tengo que escribir sobre las colas en las tiendas, las colas en los cines, las colas en el metro… me acuerdo de la escena, y no tengo más remedio que buscar otros sinónimos para evitar su uso. Lo malo es cuando tienes que referirte a ella en varias ocasiones en un mismo texto. Al final, utilizo la palabra “cola”, y me acuerdo de mi colega y me acuerdo del macarra.

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