Salir a comprar ropa siempre es una actividad con su
particular emoción. En estos difíciles tiempos, diría incluso que es una
suerte. Pero una vez en faena, no es fácil. A veces o no nos gusta nada o nos
gustan demasiadas cosas. Y cuadrar gustos visuales con realidades sobre si es
la ropa adecuada no es nada fácil.
Yo me llevo chascos terribles. Veo una determinada prenda expuesta
en un maniquí y pienso, “qué chaqueta, qué abrigo, qué jersey o qué camisa”.
Luego, al ver la prenda en cuestión sucede muchas veces qué no es tan
fantástica como parecía o, lo que es peor, al ponérmela y verme en el espejo
del probador pienso muchas veces “me queda de asco, dónde voy con esto”. Es
una decepción, a los maniquíes les queda siempre la ropa bien.
Otras profundas reflexiones
Además, unas tiendas son más confortables que otras. No me
gustan nada esas tiendas en las que entras y cuando todavía no te ha dado
tiempo a mirar nada y sale alguien, mujer u hombre, y rápidamente te dicen “¿desea
algo?”. No sabes qué decir, bueno sí, la respuesta típica es “estoy solo
mirando”. A continuación te puedes encontrar con una mirada amable o con una
mirada de esas que dicen “pues venga, ahueca el ala, lárgate que no queremos
aquí muertos de hambre que nos soban la ropa”.
Otras veces la gran pelea es con las tallas. Yo casi nunca me acuerdo de mi talla, pero lo que es peor, estas cambian en función de la tienda o de si es un tipo de ropa u otra. Es complicadísimo acertar.
También surgen problemas cuando te tienen que tomar medidas para realizar algún ajuste en prendas como pantalones, abrigos o chaquetas. Tiene un peligro tremendo porque se corre el riesgo de que las mangas o las perneras queden cortas. Lo de ir con pantalones pesqueros era una moda de otros tiempos pretéritos entre los pijos y pijas (y pijazos y pijazas) de Madrid y alrededores.
Si hay una frase que no me gusta nada es esa que te dicen muchas veces los dependientes tras comprar algo, “¿quiere alguna cosita más?”. Todo son “cositas”, ni que fuéramos niños pequeños o que fueran objetos del tamaño de unos pendientes o unos anillos.
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