domingo, 1 de noviembre de 2009

El hambre, el jamón y Homer

Cuando uno tiene hambre, es que tiene hambre. Ayer a mediodía, superadas ligeramente las dos de la tarde caminaba con mi carro por un centro comercial, el Hipercor de San Chinarro para ser exactos. A cierta hora es muy malo caminar entre comida porque los jugos gástricos amenazan con rebelarse y manifestarse con profunda crueldad. Así fue. Empecé a tener un hambre que, con el acelerado paso de los minutos, se volvió atroz. Una sensación profundizada en la circunstancia de que todavía me quedaba un rato para sentarme a la mesa a comer.

La tentación venía, “¿abro una bolsa de patatas? ¿o un paquete de donuts (pese a la grasa que tienen?”. Era difícil decidirse, porque todo era comida a mi alrededor. Pero, al mismo tiempo, no me hacía gracia el tener que ir posteriormente a la caja y explicar “cóbreme esa bolsa de patatas que he abierto porque tenía hambre”. O mucho peor, que alguien me viera comiendo algo dentro del centro comercial y pensara “mira éste, que morro, se abre la bolsa y se la come; seguro que no paga luego”. Descarté esa opción.

Estaba envuelto en esta discusión interna conmigo mismo cuando ante mis ojos se abrió una esperanza. En la sección de embutidos, un señor vestido de cocinero ofrecía una cata de jamón serrano, o cocido, o de york o... no me acuerdo, pero era jamón. Pasa un señor y le ofrece. Pasa justo después el matrimonio que estaba delante de mí y les ofrece. Paso yo y, cuando estaba dispuesto a estirar el brazo (aún no me había movido), se da la vuelta y no me dice nada. Con disimulo frené la marcha pero nada, ninguna respuesta. Sigo caminando, y a otros señores que venían detrás ¡les ofrece! Que indignación. Con disimulo, y como quien no quiere la cosa, di la vuelta haciendo que iba a mirar unos salchichones de una marca catalana allí expuestos y pasé muy cerca del cocinero. Y nada de nada. Estaba gafado. Al final me quedé sin jamón.

Por un momento me acordé de Homer Simpson. Seguro que él también habría vivido una situación similar. Pero con una diferencia, seguro que Homer habría comido jamón, salchichón, chorizo, mortadela, queso, cabeza de jabalí, lomo embuchado, paté.

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