No hay duda de que una ciudad que tenga un equipo de fútbol de relevancia es una ciudad que alcanza un reconocimiento mayor que la que no lo tiene. Albacete, Almendralejo, Mérida y Soria son ejemplos de localidades que vieron acrecentada su fama gracias al fútbol y a la llegada de sus equipos a la máxima categoría.
Ahora, la oportunidad de hacerse más famosa es para Guadalajara. Su equipo, el ‘Depor’, jugará en segunda división la próxima temporada. Y lo hará por primera vez en su historia. Claro que, la llegada del equipo ha provocado una crisis sobre el reconocimiento del verdadero lugar que Guadalajara ocupa en el mapa.
Ayer, cuando se consumó el ascenso se habló de equipo castellano-manchego. Hasta ahí correcto porque, políticamente, Guadalajara está en Castilla La Mancha. El problema surgió cuando surgieron aquellas voces que se refirieron a Guadalajara como la ciudad manchega. Los ciudadanos locales protestaron, y con razón, Guadalajara no está en La Mancha. Es más, está muy lejos de La Mancha, zona geográfica que engloba básicamente Ciudad Real y parte de Albacete, Cuenca y Toledo. Es como si a alguien de Soria, por pertenecer a Castilla León, le llamasen leonés. Pues no, Soria y León están muy lejos y con lo ancha que es Castilla.
Guadalajara es Castilla, y los originarios de Guadalajara son castellanos.
Otro problema surgió cuando se habló de Guadalajara como la Alcarria. Mi abuelo, natural de Guadalajara, puedo decir que no era Alcarreño. En absoluto. Guadalajara tiene tres zonas más o menos bien discernidas: la Alcarria, la Campiña y la Sierra. Un buen amigo, veraneante en Sigüenza, localidad claramente serrana, era muy sincero al decir que “como llames alcarreño a uno de Sigüenza se va a coger un cabreo de…”.
Aclaradas las circunstancias, sólo puede decir que, felicidades al Guadalajara por la parte familiar que me toca, a la vez que recomiendo retomar “Viaje a la Alcarria”, de Camilo José Cela, nuestro premio Nobel y volver a viajar por Pastrana, Sacedón, Brihuega…
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