jueves, 12 de marzo de 2009

El teatro del monopatín

Hace pocos días fui al teatro. Bonita obra. "El caso de la mujer asesinadita", un clásico de Miguel Mihura con las televisivas Isabel Ordaz y Lola Baldrich, en el Centro Cultural de la Villa, hoy teatro Fernán Gómez, en el centro de Madrid. Recomendable, divertida, entretenida.

Pero al margen de la representación, sucedió algo curioso. Durante la obra (había empezado a las nueve y media de la noche), yo empecé a oír unos ruidos. Eran una especie de rascadas prolongadas. Reproduciendo la onomatopeya era algo así como un “cro cro cro cro cro cro cro cro….”. No podía saber que era con exactitud. Inicialmente pensé que eran aviones que volaban bajo. Imposible, los aviones no hacen vuelos tan prolongados por el centro de Madrid. Deseché la idea rápidamente. Podía ser el metro, pero tampoco lo tenía muy claro, por un motivo similar al de los aviones. Ni que hubiera metros con 200 vagones.

Tras un rato de silencio, y en el que sólo escuchaba a los actores, que suerte, volvieron los ruidos. Venían del techo. “¿Qué será?, ¿qué será?”, me preguntaba. Durante unos minutos me hice la idea de que los sonidos procedían de tuberías que estaban situadas sobre el techo del teatro. Tenía su lógica porque este teatro está debajo del suelo de la calle, es más o menos subterráneo. Pero no, tampoco. No eran tuberías, ni de agua ni de gas. Ni cables de la luz. Al fin me había dado cuenta de qué eran los ruidos. Tenía que hacer la comprobación final, pero estaba seguro.

Cuando acabó la representación, salí a la calle y, como he dicho antes que es un teatro subterráneo, subí a la parte superior. Entorno a una decena de los monopatineros o skaters más célebres y agresivos de Madrid, hacían de las suyas. Junto a la estatua de Cristóbal Colón (que está encima del teatro), daban saltos sobre el cemento, se deslizaban sobre las baldosas, se subían a los bordillos, rodaban por escalones. Habían sido la música de fondo de la obra, como hubiera querido Mihura. Seguro que se lo habían pasado mejor que nosotros. ¡Que maravilla, que artistas!, no vuelvo más a ese teatro, ¡que aburrido! Me iré directamente a ver a estos hombres de la cultura del monopatín. En vez de oírles, les veré en vivo y en directo. Es más, creo que el ayuntamiento debería tirar ese teatro, guardar a Colón en un almacén y hacer unas rampas de monopatín.

1 comentario:

  1. Alguno que yo conozco se tiraba mucho en monopatin por una acera cuesta abajo. Hacia un ruido espantoso, lo de espantoso lo digo hoy porque en aquel momento uno no pensaba que podia molestar a algun vecino. Benditos esos vecinos mientras ese que yo conozco pensaba que iba en su bolido. Esos vecinos podian ser usted Don Santiago el dia del teatro, curiosidades de la vida. Y quien seria ese conductor del bolido? Quiza no quien se piensa..

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