martes, 31 de marzo de 2009

La llave auténtica salva a la tecnología alemana

Como he dicho en un comentario anterior, he estado en Munich. Me he alojado en un hotel maravilloso, el Innside Premium. Un homenaje al diseño y la modernidad. Un edificio acristalado, con ascensores abiertos desde los que se podía ver el exterior. Suites con grandes camas y persianas metálicas que se abrían automáticamente al cruzar la puerta. La habitación contaba con un gran baño en el que tanto la ducha como el inodoro estaban separados por puertas. La brillantez del diseño culminaba en que todos los tabiques que había dentro de la habitación, incluido el armario en el que colgué mi camisa, eran de cristal. Se me agotan las palabras.

Aunque, mi entrada en este paraíso hotelero no fue fácil. Al introducir la tarjeta electrónica en la ranura de entrada de la puerta de mi habitación, la maldita no daba señal alguna. Ni luz verde ni roja. “Debe ser que la he metido al revés. Que zote soy”, me dije a pesar de que la flecha indicativa estaba en la dirección correcta. Aún así, cambié la posición. Pues tampoco. Así una y otra vez. “Van a pensar que soy un animal”, me lamenté.

Tras varios minutos de infructuosos intentos, decidí bajar a recepción. Y en mi correcto inglés le dije a la amable señorita germana de la recepción que tenía problemas para entrar. De hecho, ni siquiera dije que podía estar estropeada. Dejaba la puerta abierta a que la culpabilidad recayese sobre mí. Tras cuatro o cinco segundos de incertidumbre, va la recepcionista y me comunica, “lo sentimos, pero a veces tenemos problemas electrónicos” y con una amplia y generosa sonrisa me da una llave, sí, metálica, de las clásicas, como las que todos tenemos en nuestras casas. La tenía ahí, debajo del mostrador. No tuvo que ir a ninguna otra sala a buscarla. ¿La tenía preparada para dármela? A lo mejor o, dicho de otra manera, a lo peor. La “authentic key” tuvo que acudir, por una vez, en auxilio de la tecnología alemana.

Ps: La locomotora alemana siempre será la locomotora alemana. Se podrá cambiar el gentilicio. Germana, teutona, prusiana (en recuerdo del canciller Bismarck, je je je, no el barco), pero siempre será locomotora.

1 comentario:

  1. Interesante. Lo positivo de los germanos es que son previsibles, quiza no ofrezcan sorpresas pero no defraudan. Tienen la llave del buen hacer.

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