jueves, 5 de marzo de 2009

Trompetes que emulan a diamantes

Como brillan los garbanzos en la cazuela del cocido. Iluminados por el tocino, el pollo, la carne, el chorizo, la morcilla... y regados por el combustible incandescente de la sopa de fideos. Para un día como hoy, donde el invierno volvía a golpear con fuerza, no había nada mejor. No tenía la menor duda de qué plato iba a elegir, y no al llegar al restaurante sino desde que esta mañana puse el pié en la calle.

No había resistencias. Pese a que la sopa todavía caldeaba en la cuchara cuando venía hacia mi boca, no dudaba en engullirla. Sin soplar como otras veces. El frío sólo se puede combatir con fuego. Daba pena el ver como la sopa se agotaba en la medida en que mi cuchara cortaba la superficie líquida. Por momentos, incluso, me atrevía a contar los fideos. Y como costaba recoger las últimas cucharadas, que además eran cada vez más pequeñas. Los últimos fideos se pegaban al plato y despegarlos era una ardua tarea. Se desplazaban de un lado a otro, o se rompían. Al final no había más remedio que recurrir a la miga de pan. Que lástima cuando se agota. Aunque todavía estaba el consuelo de que venían los garbanzos a continuación.

Me gustan los cocidos en los que los trompetes vienen acompañados de verdura, especialmente el repollo. En algunos sitios se acompañan de zanahoria, que provoca un contraste dulce. En otros se ofrece la salsa de tomate. Está muy rica, aunque se corre el riesgo de que el tomate se lleve todo el sabor. El pollo no está demasiado jugoso en el cocido, prefiero el muslo a la pechuga. Pero si le falta sabor se compensa con la carne o el tocino. Y la guinda, mejor dicho guindas, son el chorizo y la morcilla. Pero que no sean demasiado fuertes. Sólo lo justo.

Hoy, era un día para disfrutar. Cucharada a cucharada, garbanzo con verdura, o garbanzo con trocito de chorizo, o garbanzo con el pedacito despellejado de la morcilla, o garbanzo acompañado de muslito de pollo, o garbanzo con esa especie de gelatina carnosa grasienta que es el tocino. Combinándolas, una a una, a veces rápido para no dejar de saborear en cada segundo.

Al final se terminó pero, habitualmente, la conclusión no da tanta lástima como el ecuador porque las reservas de energía quedan llenas. Es más, absolutamente repletas. Es más, insisto, se requiere un desengrasante en forma de chupito de orujo. En invierno, los garbanzos emulan a los diamantes en el cocido madrileño. Cada miércoles.

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