Volvía en la tarde de este domingo a Madrid por la carretera
de Barcelona, cuando, en un momento determinado, a la altura de la provincia de
Soria, el coche me avisó de que tenía que parar y echar gasolina. Una vez
recibida la advertencia, paré en la siguiente gasolinera. Puse gasolina en el
coche y, tras pagar, me dirigí a los servicios para lavarme las manos.
Abrí la puerta de los cuartos de baño y… ¡estaban nuevos!
Me quedé impresionado. Estaba estrenando casi los servicios
de una gasolinera. Olía a pintura recién puesta, incluso al cemento de la obra,
en definitiva, olía a nuevo. Por una vez, nada de nada de esos olores típicos
de cuarto de baño que… no doy más detalles.
Además, los espejos estaban relucientes y permitían que
cualquier usuario pudiera acercarse para peinarse. Creo recordar que, en
anteriores ocasiones había parado en esta misma gasolinera y, en el centro del
espejo, había un cartel en el que se decía “Prohibido lavarse los pies”.
En fin, me siento privilegiado por haber podido participar
en el estreno de estas instalaciones porque, todo sea dicho, inaugurar los
baños de una gasolinera es algo que está al alcance de muy pocos, visto lo poco
que se suelen estrenar y la larga vida que tienen en muchos sitios. Son casi
eternos.
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