Este miércoles he acudido a la presentación del acuerdo entre
Telefónica y la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) para que la operadora
patrocine a nuestra selección, La Roja. Me he dado cuenta de que ya en estas
fechas, a pocos días de que empiece la Eurocopa de Polonia y Ucrania, se
respira fútbol.
En este momento, España es una referencia en el deporte y
una de las favoritas, dadas las últimas victorias en la Eurocopa de Austria y Suiza
y el Mundial de Sudáfrica. En este sentido, ¿qué puedo decir? Creo, ni más ni
menos, que hay bastante euforia. Y la euforia es muy mala consejera y
acompañante en el fútbol. En el citado acto de este miércoles, alguno de los
presentes comentó que habría que rebajar el listón. Buen razonamiento para,
además, quitar presión a los jugadores. No hay que olvidar que el estado de
ánimo siempre es decisivo en el fútbol.
Dentro de las circunstancias actuales que se viven en
España, qué duro sería que nuestra selección fuese eliminada en la fase previa
o en alguna de las primeras rondas sin acceder, al menos, a disputar el título
con otras grandes selecciones.
La prima de riesgo disparada, los rumores de intervención y
de corralito disparados, paro al alza, recortes al alza, moral ciudadana a la
baja… si La Roja cae, el derrotismo y fatalismo alcanzarían una cota
impredecible. Peor que la pérdida de Cuba y Filipinas en 1898. Surgiría la
Generación de 2012. Estamos en manos del fútbol.
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