domingo, 20 de junio de 2010

Pobre niño, pobre perro

Estaba esta tarde parado con mi coche en un semáforo en una avenida del este de Madrid cuando, desde la ventanilla de mi automóvil, vi a un adulto (unos 40 años) que estaba echando una fuerte bronca, supuestamente a un niño. Y digo supuestamente porque, con la perspectiva que tenía desde el coche, sólo veía la parte superior del cuerpo del adulto porque, de cintura para abajo, estaba tapado por un arbusto. Asimismo, el arbusto también cubría completamente al niño. La bronca era sonada, no por las voces, que no las oía, sino por los gestos airados del hombre. "Pobre crío o cría, pensé".

El caso es que el semáforo se puso en color verde y arranqué. Por curiosidad, miré un instante al hombre que seguía echando la bronca y ¡no era un niño, era un perro! Desconozco cuál sería el pecado del chucho, pero menuda bronca que se ha comido. Y yo me pregunto, ¿estaría entendiendo el perro todo ese rapapolvo de su amo?

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