domingo, 27 de junio de 2010

Quiero estar seguro, pero no me dejan

Algunos expertos de la seguridad informática dicen siempre que nos fiamos en exceso de quienes en tiendas, restaurantes, bares y cafeterías se llevan nuestra tarjeta de crédito para hacer efectivo el cobro. Aseguran que nos despreocupamos de las tarjetas, que durante varios segundos pasan a manos de unos desconocidos. En este sentido, en muchos locales es el camarero o encargado en el que acude a la mesa con el dispositivo electrónico para hacer el pago desde allí.

El sábado me sucedió algo curioso (espero que se quede ahí). Acudí a pagar a la barra de un bar-restaurante del centro de Madrid. No sabía si hacerlo con dinero o con tarjeta, pero al final me decidí a hacerlo con el plastiquito maravilloso. De hecho, vi que el dispositivo electrónico inalámbrico estaba allí mismo. "Seguiré los asesoramientos de los expertos", pensé.

El caso es que le doy la tarjeta al camarero y en lugar de coger el 'zapatófono' se marcha por una puerta donde no le podía ver. Me quedé un poco sorprendido. Pasaron unos cuantos segundos, más de un minuto, y volvió con el recibo para ser firmado. Le pregunté que por qué se había ido si allí había un dispositivo de pago. "Tenemos otro dentro", me contestó.

No sé cuánto tiempo se tarda en hacer una copia de una tarjeta. En este caso, la mía lleva microchip y no banda magnética. Sólo espero que no me empiecen a hacer compras desde otros países ni similares. De todas maneras, traté de adaptarme a las recomendaciones de los expertos en seguridad, pero no me dejaron seguirlas.

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