Esta noche llegan los Reyes Magos. La mejor noche del año. Y
una vez más, nos comeremos el famoso roscón de Reyes. Un fenomenal bollo hecho
con masa dulce de gran tamaño con forma de rosca (obviamente) y que en la parte
superior lleva trozos de fruta confitada. Sólo pensar en el roscón de Reyes se
me hace la boca agua, y eso que estoy escribiendo estas líneas a las diez de la
mañana.
El roscón de Reyes tradicional no lleva ningún relleno y, en
mi opinión, es una delicia mojarlo en el chocolate o el café. Pero, en los
últimos años y al calor de la innovación en el mundo de la repostería y la
pastelería, se han creado nuevos roscones de Reyes que, en su interior, llevan
nata, o chocolate, o trufa, o crema, o cabello de ángel. Me gustan todos
aunque, para mojarlo, el mejor es el tradicional, aunque para gustos colores,
que éste todavía es un país libre.
Lo más normal es comer este bollo en la tarde del día de Reyes, el 6 de enero, aunque muchas familias lo comen ya el mismo día 5 de enero. De hecho, muchos ponen un plato con trozos del roscón en la propia noche de Reyes para que Melchor, Gaspar y Baltasar puedan comer un poco y retomar fuerzas para la dura tarea de dejar regalos en todas las casas. No me extrañaría que los Reyes Magos tuvieran que ir después al Naturhouse o realizar algún que otro régimen alimenticio para perder los kilos ganados en su noche. Y eso por no hablar por las copitas de anís u otro licos que se les pone para entrar en calor (no sé cómo se canta el Asturias Patria querida en arameo o persa, que debe ser el idioma materno de los Reyes Magos, porque seguro que acaban piripis).
Asimismo, el roscón de Reyes lleva en su interior la
denominada sorpresa, que no es otra cosa que unas figuritas con distintas
formas, algunas evocando figuras religiosas y otras con aspecto de muñequitos
para atraer a los niños. La cuestión está clara, según la tradición, al que le
toca la sorpresa tiene que pagar el roscón, bien en el mismo año, bien el
siguiente, depende de las normas familiares establecidas.
Tal y como están los bolsillos, me parece que todos vamos a
huir de las sorpresas. Hay varias opciones para localizarlas, bien apretando el
trozo de roscón para ver si está duro por dentro por la presencia de la
figurita, bien tragarnos la figurita al comernos el trozo del bollo.
No obstante, en este último caso la digestión sería
demasiado pesada, incluso para tener que acudir al hospital. Mejor pagar el
roscón del año siguiente, aunque sea a costa de pedir un crédito en el banco.
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