domingo, 22 de enero de 2012

Las churrerías, las tiendas de los despeinados

Las churrerías son un comercio ineludible si se quiere disfrutar de uno de los máximos placeres que ofrece el desayuno: mojar churros y porras en el café con leche. Pero, ir a las churrerías para desayunar churros, requiere un pequeño esfuerzo, que no es otro que madrugar, especialmente los fines de semana.

Claro, a esas horas, las churrerías son las tiendas de los despeinados. Y es que a la mayoría de sus clientes no les ha dado tiempo para ducharse y peinarse y han salido de casa con la misma ropa de la noche anterior. No hay más que verles las caras. Los que tienen el pelo corto o están calvos pueden disimularlo mejor, pero los que tienen la cabellera larga o tienen rizos...

Además, la cara de alguno aún está decorada con alguna legaña, adquirida por los ojos en las horas de sueño, que tiene su propina vital en la expedición a la churrería.

Al mismo tiempo, no me extrañaría que alguno de los clientes pudiera llevar todavía el pijama debajo de la ropa. Es sólo una hipótesis pero es que a más de uno le cuesta doblar las piernas al andar.

En fin, hay una excusa para casi todos y todas: si uno se entretiene demasiado, las porras y los churros no estarán ya recién hechos y el café habrá que recalentarlo. Ya no será lo mismo y el placer se habrá diluido como en la rutina de un día de diario.

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