viernes, 27 de enero de 2012

Sisí se bañaba una vez a la semana, no me extraña

Estaba zapeando esta noche por los canales de televisión cuando he caído en una película sobre la vida de Sisi, la famosa emperatriz de Austria. En la escena que he visto, Sisi se estaba bañando, vestida por supuesto, cuando era sorprendida por su suegra, que ponía una cara de sorpresa como si hubiera visto a una extraterrestre. Pero lo mejor era su comentario, “deberías de saber que sólo te puedes bañar una vez a la semana”.

Una vez a la semana, una vez a la semana… reflexionando sobre este grado de higiene, supongo que sería el mayor de los establecidos a mediados del siglo XIX, he recordado mi estancia en Viena con la visita al palacio del Schoenbrunn, residencia de verano de los emperadores de Austria. En este recorrido cultura pude contemplar el cuarto de baño del emperador Francisco José, marido precisamente de Sisí.

No sé cómo puedo definir ese cuarto de baño, no tengo muchas palabras aunque puedo decir que es un placer vivir en estos tiempos. Qué maravilla de servicios tenemos: la bañera, el inodoro, el bidé, el lavabo… estoy convencido de que Sisí y Francisco hubieran deseado tener nuestros cuartos de baño. Roca con sus fenomenales sanitarios y Porcelanosa con Isabel Preysler serían la envida de los emperadores de Austria, y de Alemania, y del Zar de Rusia y de Napoleón y de Carlos V.

Es más, con esas instalaciones higiénicas, no me extraña que los soberanos del Imperio Austro-Húngaro se bañasen una vez a la semana, debería de ser entonces un esfuerzo sobrehumano. Seguro que más de uno se bañaría una vez al mes o al trimestre. Y lo mismo sucede con otras tareas de las que no voy a dar detalle. Pobre Sisí, pobre Francisco.

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