Al despegar ahora desde el aeropuerto de Madrid, parece que estamos en otro país. Entre el color verde que se mantiene en las praderas, los pantanos a rebosar como el de Santillana y la nieve que todavía perdura en las cumbres de la sierra de Guadarrama, sólo falta que aparezcan Heidi, Pedro y el Abuelo para viajar con la imaginación a las montañas del centro de Europa.
Pasada la sierra madrileña, ¿quién dijo que Castilla era ancha y amarilla? Creo que debería de retractarse, al menos hoy. Luego ya le volveremos a dar la razón.
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