lunes, 27 de julio de 2009

Aínsa y Sainte-Mère-Église

"El día más largo", una de las grandes películas bélicas que rememora el desembarco aliado en Normandía en 1944 durante la Segunda Guerra Mundial, narra dentro de su historia la peripecia de uno de los soldados participantes, en este caso un paracaidista. En su salto, y antes de llegar al suelo, el paracaídas se engancha en la torre de la iglesia de la localidad francesa de Sainte-Mère-Église, con lo que soldado queda suspendido en el aire.

En esa situación, el paracaidista es descubierto por un soldado alemán que, sin dudarlo, dispara. Por los caprichos del destino, la bala impacta en el tacón de la bota del soldado aliado que, en un momento de franca lucidez, se hace el muerto. Después de varias horas, el paracaidista es rescatado ileso por los compañeros. ¿Ileso? No del todo. El incesante ruido de las campanas de la iglesia de Sainte-Mère-Église le deja sordo, al menos de manera temporal.

La pasada semana, durante mi visita a la bella localidad oscense de Aínsa, estuve a punto de ser testigo de una situación similar. Vaya por delante que no salté en paracaídas. Estaba subiendo al campanario de la iglesia románica de Aínsa cuando al llegar a la estancia donde estaban las campanas quedé maravillado. “Cómo deben de sonar”, me dije.

Me disponía a recorrer los últimos peldaños de la escalera y me di cuenta de que una señora se disponía a bajar. Quise acelerar para permitir el paso cuando sonó el estruendo de un campanazo. ¡DANG! Sufrí una sacudida interna pero, aún así, tuve más fortuna que la señora porque al tener las campanas de frente la sorpresa fue menor. La mujer, por el contrario, estaba ya de espaldas a las campanas y el ruido hizo que se quedara petrificada. Su rostro configuró una mueca de casi terror. Todo el habitáculo del campanario había retumbado.

Menos mal que las campanas de Aínsa sólo dieron la una (del mediodía). Si llegan a sonar las doce, es decir, sólo una hora antes, yo me quedo sordo. Pero lo que es peor, habría tenido que pedir una UVI móvil del servicio aragonés de salud para que atendiera a esta señora. Hubiera tenido que ir al otorrino pero la otra visitante se habría visto obligada a acudir al cardiólogo.

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