martes, 28 de julio de 2009

La grúa se quiere llevar mi coche

Anoche me llevé uno de los sustos del verano, transformado en pocos segundos en un gran alivio.

Estamos en Sitges, Barcelona, durante esta segunda etapa de las vacaciones. No es la primera vez que venimos y por las noches, habitualmente, nos gusta dar una vuelta por el paseo marítimo. Anoche, como estaba un poco cansado, sugerí que nos acercáramos a la zona en nuestro coche y así acortar el tiempo de caminata. Así lo hicimos. Tras dar una vuelta, encontré un sitio para aparcar en una de las calles de la zona antigua. Me cercioré de que no había ningún problema y mi coche allí se quedó.

Estuvimos caminando un rato hasta que, a la vuelta al coche, me dí cuenta de que algo raro estaba sucediendo. En las proximidades de mi automóvil estaba parada una grúa municipal y un coche de la policía local. Se encendieron las alarmas. ¿Será mi coche? ¿Habré incumplido alguna norma sin saberlo?

Efectivamente, al acercarme vi como un policía y un empleado de la grúa estaban manipulando mi automóvil. Tenía la rueda trasera derecha levantada y en la oscuridad de la noche pensé que o bien me habían puesto un cepo o bien el neumático ya estaba subido en una de esas pequeñas plataformas de ruedas que las grúas utilizan para subir los coches. Mi corazón se aceleró. “La he cagado”, pensé, mientras calculaba el importe de la multa, “100, 150 o 200 euros para mejorar las cuentas municipales no me los quita nadie. Ya me están descuadrando las vacaciones”.

Era tal mi disgusto y mi reconocimiento de culpa que lo primero que le dije al guardia no fue “¿qué he hecho?” sino “¿dónde tengo que ir a pagar la multa? No soy de aquí”. En esto que el policía me dice “¿es suyo el coche?”, a lo que respondía afirmativamente, añadiendo que si había incumplido alguna norma de tráfico había sido de manera involuntaria y por desconocimiento. En cierta forma, ya estaba tratando de ablandarle el corazón al guardia. Por lo menos que no se llevaran el automóvil al garaje municipal.

Cuando ya estaba presto a escuchar lo que tenía que hacer para liberar mi coche, el policía me dice “no se preocupe, no pasa nada. Sólo estábamos moviendo su coche porque estos dos señores (en los que yo no había reparado) no pueden mover el suyo. ¿Va a salir?”. No acababa de creerlo y respondí de nuevo, “¿seguro que no pasa nada?”, y el guardia me dijo que no, “tranquilo, no sucede nada”.

En vista de la situación, casi cómica, los dos individuos que estaban con el guardia me dijeron con mucha educación “lo sentimos. Hemos llamado a la policía porque el coche que ha aparcado detrás del suyo no nos deja salir. No nos ha dejado espacio”. Para colmo, yo no era el que molestaba sino el de atrás, pero como la grúa sólo tenía espacio para mover el mío, la policía decidió proceder de esa manera.

La euforia se desató. Ni me encaré con el policía, que en un momento liberó la rueda, ni con los señores. “¡Qué susto me han dado! ¡me voy a casa más contento!”, dije casi gritando.

Era verdad, en cierta forma me había ahorrado una multa y el coste de la grúa. No me han fastidiado las cenas. Para hoy, y para evitar problemas similares, tengo claro que iremos al centro de Sitges en el Tren de San Fernando, un ratito a pié y otro andando.

1 comentario:

  1. Santi, amigo, estas zurradísimo. Pero me gusta eso de las gorrinolimpiadas!!

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