domingo, 19 de julio de 2009

Tranquilos, que no llueve

Todos hemos respetado siempre a los lugareños, sea cual fuere el sitio, cuando han hecho sus previsiones sobre la meteorología. “Si las nubes vienen de detrás de esas montañas, es que no va a llover” o “si el cielo está estrellado, mañana hará buen tiempo, por ejemplo”. Su sabiduría y su experiencia dan un aplomo total a sus palabras. Llevar la contraria es casi un insulto.

Pero no debería ser así. También se equivocan o, mejor dicho, también tienen derecho a errar. El pasado viernes fuimos a Cerler. Allí estuvimos caminando durante un buen rato. Y disfrutamos mucho. Pero, según pasaba el tiempo veíamos como unas nubes iban viniendo desde Francia. Al principio eran blancas, si bien, poco a poco, iban transformándose en grises.

Cuando íbamos a bajar por el telesilla se me ocurrió comentarle al encargado (según me dijo era de uno de los valles cercanos) sobre la aparición de esas nubes (cuando aludí a las nubes, el horizonte estaba ya bastante cubierto). “No llueve, seguro que no. Podéis estar tranquilos”, dejó claro.

Volvimos al hotel, que no dista más de 15 kilómetros de Cerler, y las nubes ya se habían vuelto negras. Estábamos todavía en la carretera y ya chispeaba. Al aparcar, llovía. Al merendar, la lluvia estaba acompañada de viento (vientazo). Al cenar venía aguanieve (y la temperatura en cuatro grados) y a la hora de ir a la cama, la de San Quintín. Menudos chuzos. A la mañana siguiente pudimos comprobar que en las cumbres altas había nevado.

Pero tranquilos, que no llueve.

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